El palmito boliviano retornará a las mesas francesas

El país europeo es el mayor consumidor del mundo. El proyecto PAR II ayuda a los agricultores a mejorar su trabajo para mejorar la producción del alimento apetecido en el mundo

Más de 700 familias están esperanzadas. Después de haber sopesado por las dificultades resultantes de la pandemia del covid-19, ahora tienen la seguridad de que volverán a las mesas francesas con el palmito, la verdura que les está permitiendo mejorar sus condiciones de vida.

El corazón del palmito es delicioso. Considerado como un alimento gourmet, el cogollo de este tipo de palmeras sudamericanas es apreciado porque tiene un alto contenido de fibra, hierro y calcio, principalmente, lo que hace que sea apreciado en todo el mundo.

De acuerdo con el Boletín de Exportador —publicación de agosto de 2020 y dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo y Economía Plural—, en 2019, las exportaciones bolivianas de conserva de palmito llegaron a 8.202.782 dólares. Los principales compradores fueron Chile, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Paraguay y Canadá.

“Hasta el año 2017 había auge de precios (con el palmito); después ha caído. En este momento no está ni tan caro ni tan barato, estamos recuperando nuestras inversiones”, explica Mario Laura, quien llegó de Arque —su tierra natal— al trópico de Cochabamba en 1965, cuando tenía 18 años.

Al igual que sus vecinos, para tener mejores ingresos primero se dedicó a la producción de arroz, luego yuca, maíz, coca, plátano, piña, cacao y café, hasta recalar en el palmito, debido a que es de fácil extracción y permite una cosecha continua.

Con una inversión de 3.000 bolivianos, Laura comenzó a horadar la tierra y producir alimentos con machete y hacha, lo que significaba mayor inversión de tiempo y dinero. Por ello, algo había que hacer para mejorar su trabajo.

Con una inversión de aproximadamente cinco millones de bolivianos, el Proyecto de Alianzas Rurales II (PAR) —del Programa Empoderar, dependiente del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras, y con el respaldo del Banco Mundial— está apoyando a 220 familias para que mejoren sus condiciones de trabajo en la obtención de palmito.

“Principalmente queremos ayudar en el riego tecnificado, pues consideramos que es un tema muy importante, porque, lamentablemente, están disminuyendo las lluvias, así es que tenemos que dar mayor eficiencia al uso del agua”, explica Guido Chirinos, oficial de Alianzas de PAR II.

Laura ya no cosecha con instrumentos manuales, sino que ahora, gracias al PAR II, trabaja con motofumigadoras, motobombas y desbrozadoras, para disminuir los gastos de operación en mano de obra.

“Antes, cuando no teníamos equipos, cargábamos 10 mochilas con 20 litros de químicos para fumigar. Algunas veces llegaba a 12 mochilas. La roseada con mano y machete duraba entre ocho y 10 días. Con la desbrozadora ahora es tres a cuatro días”, afirma el productor.

El modelo de trabajo del PAR II es relativamente sencillo, a la vez que efectivo, porque invierte en cada beneficiario 21.000 bolivianos, mientras que éste da una contraparte de 9.000 bolivianos (lo que hace un total de 30.000).

Cuanto más avanza el sol en el cielo de Ivirgarzama, más calurosas se sienten las tierras del señor Laura, donde una infinidad de delgadas plantas lucen un verdor intenso. “La cosecha es complicada. Hay que tener siempre el equipo de protección, como botas y guantes”, dice Hugo Arandia, otro productor de palmito.

Sin mucho esfuerzo pero concentrado, Arandia avanza poco a poco con la desbrozadora, que corta las ramas de palmito más rápido que con el machete. En un pequeño descanso a su trajín dice que hay tres tipos de palmito.

“Los mejores para cosechar son los que no tienen espina, pero los de espinas grandes tienen más rendimiento”, detalla el agricultor que empieza a trabajar a las cinco de la mañana, para conseguir al menos mil tallos, que luego serán transportados a Bolhispania.

Como desarrollo alternativo a la producción de coca, la Cooperación Española instaló, el año 2000, Bolhispania, una fábrica de conservas, principalmente de piña y palmito. En 2010, la organización internacional transfirió sus acciones a los productores bolivianos.

En la actualidad, Bolhispania tiene como principales accionistas a miembros de Unión Proaspa (Unión de Productores Asociados de Productos Agropecuarios), agricultores pertenecientes a los municipios de Villa Tunari, Shinahota, Chimoré, Puerto Villarroel y una parte de Entre Ríos, indica Edmundo Silvestre, responsable de Campo de la compañía ahora boliviana.

Los palmitos cosechados por Laura y Arandia llegan a la fábrica por la tarde. En ese momento se hace el conteo de los tallos y se anota el nombre del productor y la asociación a los que pertenecen.

Los tallos, luego, pasan a un proceso de ablandado y desfibrado para obtener el corazón del tallo (la parte tierna), que después de un proceso cuidadoso es enlatado en salmuera en frascos de 210 y 460 mililitros (ml).

Pamela Rojas, jefa de Planta de Bolhispania, informa que, en la actualidad, exportan a Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, España y Líbano.

Lo curioso es que el 95% de las ventas son al exterior, mientras que sólo el 5% está destinado al mercado nacional. “Lamentablemente somos un país de materias primas y somos pocos los que transformamos, así es que no tenemos la costumbre de consumir en conserva y muchos no lo conocen”, lamenta Rojas.

No obstante, la lucha de los productores y de Bolhispania es que más bolivianos consuman el suave palmito, que hasta hace un tiempo formó parte del subsidio.

“Nuestro objetivo como empresa es entrar en nuevos mercados, como Francia, que es el primer consumidor mundial de palmito, y que también sea conocido en el mercado nacional”, recalca Rojas desde la parte superior de la fábrica que produce un vegetal que se propone estar en las mesas del mundo.

Según Rojas, las tratativas para exportar a Francia van por buen camino, lo que es positivo, ya que este país consume el 27% de los palmitos, seguido por Chile (16%), Estados Unidos (16%) y Argentina (15%).

Entre productores y trabajadores existen 700 familias que se benefician con el palmito, un vegetal destinado a brindar mejores días en el trópico cochabambino.

Texto: Marco Fernández Ríos (78882793)

Fotos y videos: Salvador Saavedra

Edición de video: Alejandra Sánchez Bustamante

Corrección: Escriteca (70563637)